Era una vez… un minero que estaba perdido en una mina dentro de galería grande y oscura. No teniendo ningún sentido de la dirección a seguir para salir de esa oscuridad el minero solo podía confiar y mantener la energía que proyectaba un pequeño círculo de luz que era emitido desde su casco de minero.
Ese minero, en especial, estaba totalmente seguro del resultado que él quería: salir vivo de allí. Es fácil entender que si se él se quedaba esperando a estar seguro y confiado de la dirección que debía tomar antes de iniciar alguna acción, el podía quedar en esa situación durante un tiempo largo. De la misma manera ocurre con nuestros objetivos.
Como historia de vida, viene a mi memoria la situación vivida por los 33 mineros chilenos, quienes para salir de una situación cuasi catastrófica hicieron todo lo posible superarla. Como el minero del cuento, también ellos tenían un propósito definido: salir vivos de esa situación en la que estaban. Como el minero del cuento, habrán evaluado distintas estrategias de acción, transitado algunas experiencias que hicieron que fueran chequeando resultados obtenidos con acciones implementadas para hacer los ajustes necesarios, cuando la realidad se imponía.
Indudablemente, los acontecimientos que vivimos, también nos mostraron el apoyo que recibieron desde el afuera, el entorno o contexto, donde herramientas y maquinarias fueron puestas al servicio del logro de esa meta. Observamos cómo cada parte desde su lugar contribuyó a generar un resultado final que nos alegró el alma.
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